AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA LITERATURA
Sentado en la parada del bus veo de improviso
pasar un gran camión de un blanco reluciente
como un bello corcel de un elegante
caballero trotando por praderas
grises de duro asfalto.
Me fijo en que en el morro del vehículo
bajo la ventanilla hay unas letras
metálicas, enormes, en las que, rutilantes,
bajo un tórrido sol
de tarde de verano, dice: «GORDI».
Y me imagino al conductor un día en el taller
diciéndole a su amigo
que quiere sorprender a su parienta,
que son ya cinco años y no tiene
ningún detalle nunca y que ella
se lo merece todo, así
que ponle —me imagino que le dice—
en esta parte bien en grande, que se vea,
las letras que te he dicho,
que le quede bien claro a la gordita
que estoy loquito por sus huesos como
si fuese el primer día.
Y lo veo venir y me impresiona,
en esta carretera tan mediocre,
en un pueblo perdido de la mano de Dios,
en un camión, en cinco letras —no poco vulgares—
la palabra escrita
y el mismo amor que empujó a Dante
a escribirle a Beatrice la Divina Comedia.
pasar un gran camión de un blanco reluciente
como un bello corcel de un elegante
caballero trotando por praderas
grises de duro asfalto.
Me fijo en que en el morro del vehículo
bajo la ventanilla hay unas letras
metálicas, enormes, en las que, rutilantes,
bajo un tórrido sol
de tarde de verano, dice: «GORDI».
Y me imagino al conductor un día en el taller
diciéndole a su amigo
que quiere sorprender a su parienta,
que son ya cinco años y no tiene
ningún detalle nunca y que ella
se lo merece todo, así
que ponle —me imagino que le dice—
en esta parte bien en grande, que se vea,
las letras que te he dicho,
que le quede bien claro a la gordita
que estoy loquito por sus huesos como
si fuese el primer día.
Y lo veo venir y me impresiona,
en esta carretera tan mediocre,
en un pueblo perdido de la mano de Dios,
en un camión, en cinco letras —no poco vulgares—
la palabra escrita
y el mismo amor que empujó a Dante
a escribirle a Beatrice la Divina Comedia.