jueves, 17 de marzo de 2022

POEMA DE LA SEMANA DEL 14 AL 20

Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.


Luis Cernuda.


                                                                 

                                                

SI EL HOMBRE PUDIERA DECIR.

AUTOR:

Luis Cernuda Bidón (Sevilla, 21 de septiembre de 1902 – México, D.F., 5 de noviembre de 1963). Poeta español de la Generación del 27.

De niño, muestra prematuramente su interés por la poesía tras leer las Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer, siendo en el colegio de los padres Escolapios donde su profesor le enseña las normas básicas de la expresión poética y comienza a escribir sus primeros versos. Años más tarde, emprende sus estudios de Derecho en la Universidad de Sevilla, donde su profesor de literatura, Pedro Salinas, le anima a participar en tertulias y a leer a escritores españoles del Siglo del Oro (Góngora, Lope de Vega, Quevedo y Garcilaso de la Vega entre otros) y a autores franceses contemporáneos.

En 1925, tras licenciarse en Derecho, Juan Ramón Jiménez publica sus primeros poemas en Revista de Occidente. Al año siguiente viaja a Madrid con la intención de introducirse en el mundo editorial colaborando en la publicación La Verdad, Mediodía y Litoral. Dos años más tarde ve la luz su primer libro lírico, Perfil del aire (1927), que e
s rechazado por la crítica y escribe 
Égloga, elegía y oda (1928) tras conocer a Federico García Lorca en un homenaje a Góngora. En 1930 comienza a trabajar de librero y en los años sucesivos escribe Un río, un amor (1929), Los placeres prohibidos (1931), La invitación a la poesía (1933), Donde habite el olvido (1934) e Invocaciones (1935). Durante la Guerra Civil española vive exiliado en Inglaterra, donde termina Las nubes (1940), un libro de poesía sobre la Guerra Civil española, Ocnos (1942), Como quien espera el alba (1943) y Vivir sin estar viviendo (1944). En 1947 parte rumbo a Estados Unidos para ejercer como profesor de Lengua y Literatura Española.

Ya en su periodo de madurez, se traslada a vivir a México y ven la luz sus obras Variaciones sobre tema mexicano (1952), Poemas para un cuerpo (1957) y Desolación de la Quimera (1962). Fallece en México el 5 de noviembre de 1963.

Su obra ha sido traducida al inglés,  francés, italiano, alemán, neerlandés, polaco, portugués, rumano, hebreo, sueco, griego, serbio, eslovaco, árabe y latín.